Descripción
					Hoy ya no se producen solamente los productos, sino también, al mismo tiempo, los consumidores. Y el consumo ha pasado a ser el órgano puesto al servicio de mantener activo lo que se ha convertido en la auténtica función, que es la producción.
La publicidad produce el consumidor y, consiguientemente, el hombre en su solo papel de personaje dentro del argumento de la producción. El hombre así producido es cada vez más sustancialmente lo que el orden social ha necesitado y decidido que sea: el carburante de la producción.
Pero la publicidad, o sea la industria de producción de consumidores, es la mentira esencial hecha cultura; esencial, porque antes que ser falaz sobre las cosas, infringe siempre, necesariamente, el estatuto esencial de la palabra: la lealtad entre hombres; aun antes que ser mendaz, es fementida. Es razón corrompida, lengua degradada, palabra traicionada.